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Exceptuando unos pocos capítulos, todos los apartados importantes de los anales de la revolución de 1848 a 1849 llevan el epígrafe de ¡Derrota de la revolución!

Pero lo que sucumbía en estas derrotas no era la revolución. Eran los tradicionales apéndices prerrevolucionarios, resultado de relaciones sociales que aún no se habían agudizado lo bastante para tomar una forma bien precisa de contradicciones de clase: personas, ilusiones, ideas, proyectos de los que no estaba libre el partido revolucionario antes de la revolución de Febrero y de los que no podía liberarlo la victoria de Febrero, sino sólo una serie de derrotas.

En una palabra: el progreso revolucionario no se abrió paso con sus conquistas directas tragicómicas, sino, por el contrario, engendrando una contrarrevolución cerrada y potente, engendrando un adversario, en la lucha contra el cual el partido de la subversión maduró, convirtiéndose en un partido verdaderamente revolucionario.

Demostrar esto es lo que se proponen las siguientes páginas.

Karl Marx, La lucha de clases en Francia



"Primero vinieron a buscar a los comunistas, y yo no hablé porque no era comunista. Después vinieron por los socialistas y los sindicalistas, y yo no hablé porque no era lo uno ni lo otro. Después vinieron por los judíos, y yo no hablé porque no era judío. Después vinieron por mí, y para ese momento ya no quedaba nadie que pudiera hablar por mí"






miércoles, 1 de julio de 2009

Debate entre el Grupo Internacionalista y el Partido Verde de los E.U.

Reproducimos a continuación un intercambio de correspondencia con Mitchel Cohen del Partido Verde de Brooklyn.

26 de septiembre de 2008

A The Internationalist:

Salud,

Estoy de acuerdo con el artículo que distribuyeron durante la manifestación del jueves en Wall Street, “¡No al rescate de los especuladores capitalistas!” (en la página 7). Contiene buena información y tiene muy poca retórica, lo que siempre es un buen augurio.

Sin embargo, la parte final de artículo, me resultó problemática, y quiero que la discutamos de una manera no polémica.

En lo particular, no me gustan los “llamados” que se lanzan a otros para que hagan algo. Los exhortos a los trabajadores para que se alcen, o a alguna fuerza para “forjar un partido obrero revolucionario” o por la “movilización del movimiento obrero organizado”, o lo que sea, expresan simplemente la impotencia propia. Sería mucho mejor escribir “He aquí lo que estamos haciendo para lograr la revolución obrera” o para “forjar un partido revolucionario” o para “movilizar a los obreros organizados”.

Además, ustedes critican a diversos grupos: al PSL, a la ISO, al SEP y, de manera secundaria, al Partido Verde y al de las Familias Trabajadoras. Pero con la excepción de este último, que es una fachada para el Partido Demócrata, la base de sus críticas no tiene ningún sentido. Por un lado, ustedes sostienen el Programa de Transición de Trotsky (y lo definen claramente); por otro lado, critican a los otros grupos por lanzar consignas que son esencialmente transicionales. Criticar al PSL porque éste dice que “incluso si no hubiera guerra ni crisis financiera, la clase dominante no daría a los trabajadores empleos decentes ni servicios de salud ni educación” podría ser correcto, pero ese es precisamente el propósito de una afirmación tal: es una consigna transicional como ustedes (y Trotsky) las han definido. Lo mismo ocurre con las otras organizaciones.

Así, esta parte de su artículo termina pareciendo un intento mezquino y poco teórico de distinguir a su organización de las demás, sin ninguna buena razón de fondo.

Ahora bien: no estoy diciendo que no tengan buenas razones. Simplemente sostengo que no se puede tener una estrategia basada en el Programa de Transición y, al mismo tiempo, criticar a otros grupos por emplearlo.

Mitchel Cohen

Partido Verde

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Respuesta de The Internationalist: Gracias por tu comentario sobre el volante que repartimos el 25 de septiembre en la protesta realizada en Wall Street en contra del rescate bancario. Presentas algunas cuestiones importantes acerca de la naturaleza de las reivindicaciones transicionales.

En nuestro volante, señalamos que un grupo de izquierda, el Partido por el Socialismo y la Liberación (PSL), “ha publicado un nuevo sitio de Internet llamado votenobailout.org, en el que declara: ‘en lugar de tomar dólares de los impuestos que pagamos y dárselos a los que ya son ricos y poderosos, estos fondos deberían ser usados para tener… empleos bien pagados, vivienda accesible, un sistema de salud adecuado y una buena educación para nuestros niños…. Haz clic aquí para enviar tu carta al Congreso’.”

Como señalamos, esta política está en concordancia con las consignas típicas del PSL como “empleos, no guerra”, “educación, no ocupación”, que comparten con toda una serie de grupos en el “movimiento contra la guerra”. La tesis que queremos dejar en claro es que la actual crisis financiera demuestra que de lo que se trata no es de prioridades presupuestales –hay que gastar o bien en esto (la guerra) o en esto otro (empleos, educación, salud, etc.)­– sino de una cuestión de clase. Aún cuando la clase dominante está gastando cientos de miles de millones en su depredadora guerra imperialista en Irak y en otros lugares del Medio Oriente, puede repentinamente aparecer con un billón de dólares para intentar así sobornar a los grandes bancos de Wall Street para que presten algo de dinero de las enormes sumas de efectivo sobre las que están sentados. Que su estratagema funcione es cuestión aparte.

Consideras que nuestro argumento es “mezquino” y “poco teórico” porque crees que la consigna del PSL es una “reivindicación transicional” en concordancia con la definición que de estas consignas hizo Trotsky. Sin embargo, el Programa de Transición de Trotsky es un programa para la acción obrera para que, a partir de las demandas actuales de las masas trabajadoras, se muestre a éstas el camino o se constituya un puente, como lo expresó, hacia la lucha por la revolución proletaria. No es un programa de presión al estado burgués para que modifique sus prioridades presupuestales.

Cuando el PSL o Workers World o la International Socialist Organization o el resto de la izquierda oportunista presentan consignas como “empleos no guerra”, no lo hace como parte de un intento de movilizar o preparar a la clase obrera para que actúe con independencia de clase, sino para pedir a sectores de la burguesía que se opongan a la guerra actual sin oponerse al sistema imperialista que produce estas guerras. Éste es el significado de la consigna que lanzaron los socialdemócratas alemanes en los años 30 de “mantequilla, no armas”, en respuesta a los preparativos bélicos de Hitler.

El SPD no quería decir que era necesario derrotar al imperialismo alemán para aplastar al régimen nazi, puesto que estaba capitulando a un ala de la burguesía alemana (que incluía a sectores del ejército) que temía que con su doctrina de guerra preventiva Hitler pudiera ir demasiado lejos. Es el mismo propósito el que persiguen los reformistas actuales al presentar la consigna de “dinero para empleos no para la guerra” y otras similares. Basta con escuchar al demócrata Obama repetir el mismo argumento en el debate que tuvo el 26 de septiembre con el republicano McCain.

El resultado de esta línea ha consistido en hundir la oposición masiva a la guerra contra Irak al encadenarla al Partido Demócrata, que no tiene la menor intención de terminar la guerra. Lo único que quiere este partido es mudar el teatro de operaciones a Afganistán y Pakistán.

¿Es que estas consignas son “reivindicaciones transicionales”? Para nada. Se trata de pura política de presión burguesa. Dices que su propósito es exhibir el hecho de que la burguesía no va a hacer eso. Pero una vez que ello ha sido establecido, ¿cómo es que dichas demandas hacen que las masas comprendan que es necesario que se movilicen independientemente para luchar por el poder? De hecho, debido a que no ofrecen un programa de lucha de clases, estas consignas tienden a producir apatía. Si las fuerzas antiguerra quieren dinero para educación/salud/empleos, y las dos terceras partes de la población están contra la guerra, y nada de esto afecta la dirección del gobierno, la mayor parte de la gente simplemente llega a la conclusión de que no se puede hacer nada.

La cuestión central es a quién se pide que actúe. Cuando exigimos una escala móvil de salarios y de horas de trabajo, por ejemplo, los trotskistas no decimos a las masas que envíen un correo electrónico al diputado burgués de su distrito electoral. En cambio, urgimos a los trabajadores a que salgan a las calles y tomen las fábricas, tal y como hicieron los obreros italianos en 1969 cuando ganaron la scala mobile para proteger sus salarios en contra de los estragos de la inflación. Cuando llamamos a los obreros a formar guardias de defensa, no le pedimos al gobierno burgués que realice esta perspectiva, ni siquiera si éste tiene una verborrea nacionalista como la de Hugo Chávez. Estamos por que los obreros se organicen con independencia de clase y en contra del estado, tal y como hicieron los obreros alemanes a principios de los años 20, antes de que sus luchas fueran aplastadas gracias a la dirección criminal de Stalin y Cía.

Ciertamente, algunas demandas pueden ser presentadas como si estuvieran dirigidas al estado. Pero incluso en estos casos, abogamos por que los obreros se movilicen para hacer realidad dichas reivindicaciones. Consideremos la exigencia de que se expropien ciertos sectores capitalistas, por ejemplo. En el Programa de Transición, Trotsky distingue claramente la consigna revolucionaria de la expropiación de la consigna reformista de la nacionalización. Respecto a la toma de los bancos por el estado, Trotsky escribe: “Sin embargo, la estatización de los bancos sólo producirá estos resultados favorables si el poder estatal mismo pasa por completo de manos de los explotadores a manos de los trabajadores”.

*Petroleros en el Zócalo de la Cd. de México, 1938. Los obreros se movilizaron con huelgas y milicias para imponer la expropiación. (Foto: Frente de Trabajadores de la Energía)

Cuando los trotskistas exigimos la expropiación de un sector particular de la industria, no lo hacemos diciendo a los obreros que envíen cartas a sus representantes en el poder legislativo o al presidente, sino a la manera de los obreros mexicanos que en 1937-38 se fueron a huelga en los campos petroleros, organizando milicias obreras para ocupar las instalaciones, obligando al gobierno de Cárdenas expropiar la industria.

Lo mismo con respecto a la reivindicación de programas masivos de obra pública bajo control sindical. Éste no es un llamado dirigido al Congreso para que incremente sus contratos leoninos a las constructoras, con una mera referencia anexa y ritual a los sindicatos. Lucharíamos por esta perspectiva a la manera en que lo hicieron los trotskistas en Minneapolis a finales de los años 30, cuando organizaron a los trabajadores de los proyectos especiales de obras públicas como una sección del Local 574 del Sindicato de los Teamsters (camioneros), sección que dirigían, exigiendo en 1939 una jornada laboral de 6 horas, sueldos y prestaciones sindicales, reapertura de las plantas cerradas bajo consejos obreros y huelgas contra los despidos.

Estos son algunos ejemplos concretos que ilustran la postura general que Trotsky expresa en sus discusiones con Max Shachtman de marzo de 1938 sobre la naturaleza de las reivindicaciones transicionales: “¿Cuál es el sentido del Programa de Transición?”, se pregunta Trotsky. “Podríamos llamarlo un programa de acción, pero para nosotros, para nuestra concepción estratégica, es un programa de transición: es una ayuda para las masas para superar las ideas, métodos y formas heredadas” para pasar de sus demandas actuales “hasta la consigna de la creación de un soviet obrero”. Pedir a la gente que dé un clic con el mouse de su computadora para enviar una carta a su congresista es una caricatura de una reivindicación transicional. Una consigna así no hace que los obreros avancen en la dirección de la formación de soviets, sino en la dirección opuesta, la de confiar en el estado burgués.

Consideras que nuestros exhortos a los trabajadores para que se levanten o para que forjen “un partido obrero revolucionario” únicamente dan muestra de nuestra “propia impotencia”. Es cierto que es bueno escribir acerca de lo que hacemos en lugar de sólo lanzar exhortos vacíos. Pero para hacer algo, es preciso antes apelar a la clase obrera para que actúe. Por ejemplo, escribimos acerca de la huelga del Primero de Mayo de los trabajadores portuarios de la Costa Oeste de Estados Unidos en contra de la guerra, la primera huelga de la historia realizada por obreros norteamericanos en contra de una guerra del imperialismo estadounidense. Hemos intentado explicar en detalle cómo es que se logró esto, señalando tanto los aciertos como las debilidades de la acción de los trabajadores portuarios del ILWU.

Pero hemos luchado por esta perspectiva a lo largo de varios años. Desde 1998, no sólo hemos llamado por huelgas obreras contra las guerras de Estados Unidos en Irak, Yugoslavia, Afganistán y nuevamente en Irak, sino que también hemos agitado entre los trabajadores portuarios de la Costa Oeste a favor de esto y por negarse a descargar o cargar barcos con material bélico. Contribuimos a organizar una conferencia sindical para detener la guerra, convocada por el Local 10 del ILWU en el área de la Bahía de San Francisco, y jugamos un papel activo en la preparación de esta acción en la medida de nuestras fuerzas. Podría parecerte que nuestros llamados por “Huelgas obreras contra la guerra” de 1998, 1999, 2001, 2002, 2003, 2004, 2005, 2006 y 2007 son algo repetitivos. Sin embargo, no se trataba de apelaciones vacías, y a final de cuentas contribuyeron a un importante desarrollo en la lucha de clases en EE.UU.

Esto no tuvo, sin embargo, el menor impacto en la izquierda oportunista. Su actitud, por mucho, ha consistido en decir: “Veo que los portuarios cerraron la Costa Oeste para protestar contra la guerra, qué bien. Vamos ahora a ocuparnos de lo que realmente importa, como nuestra próxima conferencia contra la guerra”. Lo que explica este desdén y desinterés por parte de los reformistas, es que no les importa en lo absoluto en una movilización independiente del proletariado en contra de la guerra y en contra de los partidos de guerra capitalistas. Muy al contrario, lo que quieren es atar todas las protestas contra la guerra al Partido Demócrata y a su podrida “estrategia” de presionar al estado burgués.

Hacemos el llamado a forjar un partido obrero revolucionario porque romper las cadenas que atan a la clase obrera norteamericana al Partido Demócrata es clave para desarrollar la lucha de clases. Pero los revolucionarios también tienen la obligación de aclarar cuál es la alternativa: no otro partido capitalista, como el Verde, y ni siquiera una organización reformista y chovinista como el abortado Partido Laborista norteamericano. Acerca del Partido Verde, recomendamos nuestro artículo “Capitalist Nader’s ‘Socialist’ Foot Soldiers” (La infantería “socialista” del capitalista Nader) aparecido en Revolution No. 2 (octubre de 2004), publicado por los Clubes Internacionalistas de la Universidad de la Ciudad de Nueva York (CUNY).

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