En su novela el Gabo asegura que el viejo se enamora de Delgadina. Ese argumento lo hemos escuchado de cientos de pedófilos que buscaban niñas vírgenes de entre 13 y 14 años para violarlas y que pagaron por que alguien las secuestrara, comprara y vendiera; que incurriera en el delito de trata de personas con fines de explotación sexual.
¿Por qué Televisa se indignó con las aberraciones de Succar Kuri y Kamel Nacif y ahora pone millones de dólares para filmar una historia muy parecida? ¿Por qué Eva Garza, dueña de FEMSA invierte en una historia que convierte la explotación sexual adolescente en un acto de amor normalizado que ella ha criticado?
Esto nos recuerda el caso Polanski. El cineasta sedujo con engaños a una niña de 13 años, la violó analmente y huyó de Estados Unidos. Ahora lo arrestan y mucha gente minimiza el delito porque “es un genio” o “pasó hace muchos años”. ¿Por qué la sociedad y algunos medios utilizan raseros diferentes para la gente poderosa, sea o no, intelectual?
El hecho de que el gobierno de Mario Marín invierta un millón de dólares en la película es aberrante. Marín lleva años intentando lavar su imagen con intelectuales y medios luego de las llamadas que lo evidenciaron aliándose a los pederastas. ¿Hasta dónde le queda claro al Nobel de Literatura que se asocia con el góber precioso? Creo que mientras más famoso eres adquieres mayor responsabilidad moral y ética por tus acciones, puesto que la fama te convierte en paradigma, en modelo a seguir. Otro premio Nobel, J.M. Coetzee, publicó un ensayo en El País, sobre esta obra de García Márquez y su relación con la pedofilia. Coetzee reflexiona sobre la insatisfacción moral que le deja este libro de Gabo; le compara con Kawabata y el Quijote argumentando que el final de Memorias es moralmente cuestionable. La pregunta a responder es ¿tienen o no escritores y artistas una responsabilidad moral por lo reflejado en sus obras y por cómo se utilicen?
Si García Márquez elige asociarse con el político que protegió a la red de pornografía infantil es su derecho, cuestionarlo es el nuestro. No se trata de censura ni de moralina, sino de un debate real de fondo sobre el aval ideológico de la trata de niñas.
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